Winston Churchill fue nombrado Primer Ministro en Mayo de 1940, en plena Segunda Guerra Mundial. Nada más tomar posesión advirtió al Parlamento que sólo podía ofrecer «sangre, sudor, lágrimas y fatiga».
Laureado con el premio Nobel de Literatura, famosa fue su política de «victoria a cualquier precio». La moraleja de su serie de escritos sobre esta guerra se resume en una frase suya:
«En la guerra, determinación; en la derrota, resistencia; en la victoria, magnanimidad; en la paz, conciliación.»
En los peores momentos contra Alemania, y ante la inminencia de una posible invasión, estremece el eslogan que él mismo tenía preparado para arengar a los británicos: «Siempre podrás llevarte a alguno por delante».
A la mañana siguiente del bombardeo de Pearl Harbour por parte de los
japoneses, él mismo le entregó una carta al embajador japonés por la que Gran Bretaña declaraba la guerra a su país.
Concluía con: «Tengo el honor de ser, con alta consideración Señor, su obediente
servidor, Winston S. Churchill.» Ante las críticas suscitadas por este estilo ceremonial, respondió: «Después de todo cuando tienes que matar a un hombre no cuesta nada ser educado.» Muy británico, sí señor.
Famosas fueron sus disputas con Lady Astor, la primera mujer miembro del Parlamento Británico. En medio de una acalorada discusión, Lady Astor le espetó «Winston, si usted fuera mi marido le pondría veneno en el café.», a lo que Churchill respondió: «Nancy, si yo fuera su marido, me lo bebería.»
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